jueves, 13 de agosto de 2009

Morir la muerte

Voy a pensar que huele a lluvia,
que los monumentos
no están anclados a sus bases,
a la espera de lágrimas.
Voy a verme surgir desde adentro,
retando a la muerte
con faldas rasgadas.
Voy a presenciar el último aliento
desde la corona que adorna mi pelo.
Desafiarla a secas,
con ferocidad,
intransigente.
Voy a morir la muerte.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Llueve

Hoy llueve, y sin embargo espero. Tengo la certeza de que la lluvia me llevará muy lejos, allí donde he pretendido resolver el delirio de mis noches. Me arrastra cauce abajo con el ímpetu de un deseo voraz. Me traslada a ventanas con enredaderas por las que subir. A risas en la oscuridad y a la fiebre de sentirla en mis suspiros.
Llueve como un pretexto para no saber. El índice vacío donde anidar las almas. Llueve por si se olvidan las formas de cariño; o por si, a solas, alguien goza de las anatomías. Llueve para no correr, para ti, para todo. Y en la lluvia reza el lema de un suspiro. Porque son gotas pequeñas, sensiblemente hermosas que rozan el frescor vegetal de las miradas. Gotas infantiles con proyección de cielo que un día alcanzaran. Gotas como besos acariciando el rostro amado de la tierra. Tiernas mensajeras de la caricia. Deseo irrefrenable. Manos a contra luz y tiempo, mucho tiempo.

martes, 11 de agosto de 2009

Hoy

Hoy estaría contigo por el solo placer de observarte. Te miraría entrar con la urgencia que da el deseo de encontrar la futura caricia. Abriría la puerta de tu alcoba para memorizar el sonido del agua bajando por tu cuerpo antes de que con sedas lo cubrieras de mis ojos. Me acercaría a ti en silencio, turbado, con los dedos indecisos dispuestos a rozarte con la ternura infantil que aun recuerdo. En tus pechos una caricia. En tus labios un beso. En el vientre mi mano sorbiendo tu calor. Tu desnudez entera ante mis ojos para ser devorada.
Recorrería todos los contornos de tu piel ávida de poseerme. Tu cuello frágil, tu pelo. La piel que se contrae al contacto de los labios. Los muslos suaves. El pubis. E invadido de locura bebería tu néctar al cálido compás de tus gemidos.
Me dejaría llevar por tus deseos, sintiendo tus manos en mi espalda acercándome a ti, queriendo no apartar mi sexo de tu sexo. Sufriendo la delicia del éxtasis y el trance. Dentro de ti. Suavemente en ti. Perdidamente en ti.
El universo entero desbocado. Tu cuerpo estremecido estremeciendo el mío. La risa apareciendo después de un acto puro. Los cuerpos confundidos en el placer más grande y un deseo brutal de repetirlo.

domingo, 2 de agosto de 2009

Como de costumbre


Cuando W.B. apuró el trago sabíamos que algo iba a ocurrir. Estábamos atentos, protegiéndonos de hipotéticos movimientos desmesurados. En el fondo temíamos su mirada, no la de todos los días. No. La otra, la del loco que no quiere permanecer más tiempo a la deriva, pero navega sin ancla. Entonces sentenció con aquello de “¡no, por favor, que no vengan los de la coca cola!” y las miradas que hasta entonces temían empezaron a dudar. W.B., al final, como casi siempre, se miró en los espejos detrás de la barra, ignorando el cuerpo rollizo de Bat, la mirada ausente de Bat y las manos pequeñas de Bat dedicadas por completo al arte inverosímil de la transustanciación.
Si las calles son largas por definición, tal vez infinitas, esta noche eran líneas discontinuas por las que transitar despacio. Con Tom se acercaron al whisky y permanecieron hasta la madrugada. El humo sobre las cabezas y los espectadores pendientes de la próxima incongruencia. Los telones casi siempre son de fondo.

sábado, 1 de agosto de 2009



Espacio abierto. El guerrero sale a recibirme y entiendo que le queda poco tiempo. No conozco las maravillas que describe, los restos de batalla que trae adheridos al cuerpo como metralla de flores. Después de un descenso lento intensifica la presión en los ojos. Duele la mirada en los meandros mientras el cuerpo recupera los restos de aire que el viento disemina por playas blancas como nubes.
El guerrero se aferra a la última conquista consciente del holocausto que quiso evitar. La mano tiembla si tiene que pensar. Los ojos saben que la lluvia y las lágrimas no tienen conexión en lo infinito. Son paralelas sin ecuación, por si ocurre que los dioses prescinden esta vez de la alegría.