lunes, 21 de diciembre de 2009

Los órganos se acercan poco a poco a la atrofia. Ya el corazón no sabe si latir o descansar, ni los pulmones respiran el aire. La fecundidad incluso no encuentra ahora los cauces por los que discurrir. Alrededor silencio, mucho silencio y la espera como única arma para vencer. El hombre, como el desierto, esconde el agua y los depredadores sufren el calvario de la sed. El hombre, como el desierto, desmiente la realidad, distorsiona las imágenes y justifica la impotencia.
Desde el corazón, a golpes, bajan la angustia y la tristeza. En el borde del camino descansan un instante antes de emprender de nuevo viaje a cualquier parte. Un viaje a la deriva, un rumbo en busca de la brújula. Un desierto que cruzar sin más estrellas que los ojos abiertos y la intención de sobrevivir.
Ni melodías, ni compases con diminuendo, ni notas alterando la tonalidad prevista. El hombre, al fin, sabe que no descansa, el mundo que poseía se acerca a la nada y él, triste, se deja llevar. No quedan a veces fuerzas con las que proseguir ni se vislumbra el horizonte. Muchos, entonces, rezan oraciones a dioses con los que pretenden compartir la ilusión o con los que pretenden simplemente fingir. Pero el hombre, éste, no cree en Dios y por ello le castigan a pensar y no saber.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Otra vez ha salido sin cerrar la puerta.
Tanta prisa acabará sentenciándola al olvido.
Me parecía mas autentica
cuando se cepillaba el pelo
negro
pidiendo insistentemente en el espejo
el reflejo de su cara.
Otra vez ha salido sin cerrar la puerta.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Es curiosa la fijación que parece tener con ciertas palabras: ventana, sonrisa, escalera... Algún día conseguirá descifrar ese mensaje escondido en ellas. El profesor Freud o el mago de Oz le descubrirán los conceptos, traumas, posibilidades y silencios que vertieron en su mano cerrada. También mano, caricia, beso, silencio, silueta. Hay un algo especial de soledad que lo rodea todo. Y sin embargo no parece que exista tal sensación. Pero sí, la soledad existe, y el miedo, también el miedo, entre tantas bocas, ojos, manos...Siempre hay un poco de miedo, de indecisión y de persianas cerradas. Es una soledad sin combate, sin ejército, a veces sin ganas. Si sale a la calle (ya ves, calle) se encuentra con ausencias y miradas que pasan. En las calles siempre todo pasa como un coche de colores aparcado que ya no está. En las calles él también es parte de la existencia y la existencia existe por si. Un tanto laberíntico el silencio, la sombra, la duda y, más, son el sonido, el salto, la luz que trepa las paredes subida a lomos de la enredadera.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Lloran con toda su energía, mojan las calles y purifican el espacio, se obsesionan. El imperio se duerme mientras ellos alzan los brazos. Las masas se esconden detrás de los buzones. Al mismo tiempo el tren de las cuatro saluda, frente erguida, al Dios sol. Latigazo. Demasiada costumbre, demasiado debate y demasiadas siluetas. Detrás de los matorrales siempre se encuentra un pretexto para sobrevivir; a veces incluso la solución para el cosmos aquejado de "virus deficientes". Los reyes y las mazmorras juegan al póker mientras se descorren todas las cortinas para descubrir a los amantes agazapados en las esquinas, sus cuerpos desnudos y su deseo incontrolable. Los pecados capitales, sin duda.
De pronto sienten pánico, saltan, ríen, se abrazan. Cerveza de calidad. Puede oírse la carcoma, la ira de los dioses. Joven muerto en accidente de moto. Colores, sonidos, luego silencio. Los telescopios montan guardia.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Cuentan que ha sido una muerte dulce, tranquila, sigilosa. Se acostó a esperarla con esa sonrisa que ahora recuerdo. Ella vino despacio, se sentó a su lado y hablaron un minuto. Estoy cansado, le dijo. Colocó la mano fría sobre su frente. Descansa. Luego salieron juntos, sin hacer ruido.
Nadie esta presente el día de la muerte, probablemente ni uno mismo, pero es mejor creer que sí y tener pretextos para imaginar lo inimaginable, lo único, aquello que nadie puede compartir con nadie. El momento que se me antoja azucarado y que cada uno degusta únicamente consigo mismo.
Su recuerdo estará siempre asociado a una pequeña pieza de pan de trigo el día de Pascua. Tan poca cosa que parece imposible que pueda desencadenar recuerdos y sensaciones durante tanto tiempo inadvertidas, Una pieza de pan que esperaba como un tesoros. No había juguetes ni regalos. Había algo más importante, un reconocimiento de tu existencia, un decirte al oído: Pienso en ti. Sonreír y volver a vivir un año más.
Le recuerdo como romántico a su modo, capaz de empresas impensables. Innovador dentro de su tradicionalismo, defensor a ultranza de la familia. Especial.
Alguien en estos casos debería forzar los sentimientos para que salieran a gritos y no quedaran escondidos en el silencio. Reconocer que estas triste porque se ha ido cuando tu creías que ya no estaba. Se ha ido y te das cuenta de que queda un vacío, que querías haberlo visto otra vez, acariciarle la cara poblada de esa barba punzante con la que te encontraste la última vez que le viste, una de las pocas que le besaste desde que te calificaste a ti mismo de hombre adulto. Al final, en un segundo te das cuenta que estuvo ahí siempre, sin pedirte nada, solamente dispuesto y que sus riñas, su autoritarismo, no era más que un rol aprendido en una sociedad concreta. En el fondo padecía el cáncer del romanticismo; capaz de enamorarse de un árbol que había plantado su padre, feliz por que su nieto le cuenta un chiste, orgulloso porque le quieren…
Puede que con el tiempo cada uno elija el grupo al que sin querer estuvo queriendo, una familia. Y mi familia ha sido tan pequeña... Había otros, pero en el fondo no tantos. He amado a Candida, me parecía tierna, adorable, valiente; nunca he retenido nada de lo que de ella me contaban. Solo existían aquello que yo había vivido; solamente mi criterio, lo demás no importa. Lo he amado a él y me duele pensar que él no lo sabía.
Si yo pudiera creer en el más allá estaría seguro de que los dos están juntos, viviendo esa segunda vida, sonriendo y pensando en nosotros, en mi.
Lo seguro es que yo los tengo y me obligan a hacer y a pensar cosas. Me obligan a recordar a pretender revivir lo que ha pasado a lo largo del tiempo. Me obligan a reconocer que les quería desde mi frialdad, mi distancia y mi silencio.
Casi pierdo la ocasión de decirte cosas bellas. Estaba subido a un árbol en tu patio y pasaba el tiempo, como pasa siempre, silencioso. Afortunadamente he reaccionado y aquí me tienes mirando con descaro la puesta de largo de tu sonrisa. No me atrevo a decírtelo más alto, ni siquiera sé si quiero que lo intuyas, pero te sienta bien el tiempo transcurrido.
Amontonando recuerdos te presentas con un grito, con la velocidad de Bannister en las pistas de Oxford, y tu presencia pequeña viene a perdonar la ausencia de Frida en las paredes. Pero ni Bannister ni Frida podían imaginar como tu pelo lacio iba envolviéndose en dorados, como apartabas el aire buscando la alameda, como parabas el tiempo y lo parabas todo si la luna aquella noche te tiraba de la falda.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Después solo contactos de la piel. Brisas. Una hoja volando. ¿Recuerdos?. Hay un hombre siempre pensando en las aceras. Sirenas. Recordaré el color de tu vestido rojo. Subida a mi caballo. En la colina el peso de los ojos pesa. Abajo un río espejo espera.
Después solo contactos de la piel.