lunes, 13 de julio de 2009


Me duele la mano izquierda. No es un dolor de huesos o un cansancio muscular. No son las agujetas del lunes ni una mala postura durante la noche. Es un dolor de asfixia con ribetes rojos que me recuerda la voluntad desencajada. Como si las células perdieran el control de si mismas y deambularan sin energía por carriles rápidos, debajo de la epidermis. Es un dolor a contraluz, una mancha de tabaco en los dedos que impone la hiperestesia. Es una punzada de falta de palabras, sin narcótico, con prisa. Es una orden recibida con la intención remota de mantener intacta la otra mano, la que se esfuerza en diseñar emociones en blanco y negro que luego cuelgan al sol en los balcones, mirando el mar que no se aleja.

1 comentario:

  1. El corazón duele cuando no se le escucha, acelerando el contraluz de la noche y el día, haciéndonos transparentes...
    La razón aunque quiere no mirar más allá, controla en blanco y negro, si, por eso quiere que se la mire en los balcones, porque en el fondo no desea sino que descubran a su compañera eterna, el alma, esa que se esconde dentro del corazón mar, en cada ola, en cada salpicadura de espuma, en cada onda en vaivén eterno...

    Espero que el dolor haga de acicate para seguir echando a volar palabras :)
    Cordiales saludos...

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