jueves, 9 de julio de 2009


De afuera llega el ritmo quebrantado de un golpe de persiana;
un tempo largo, poca tensión.
Él permanece en silencio,
los ojos clavados en la lámpara
que oscila en el techo
a contratiempo,
diseminando rayos de luz en las esquinas.
Las mismas,
las esquinas,
que recogen
telarañas suspendidas.
Las que acogieron al niño acurrucado
una tarde de invierno
cuando los desperfectos se hicieron
inevitables.

1 comentario:

  1. Desperfectos que bañaron su alma en oleadas de sensibilidad, para siempre prendidas a su existencia...

    Además compartimos el gusto por Metheny :)

    Te enlazo

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