sábado, 13 de junio de 2009


Él supo que era imprescindible:
Reinventar lo vivido,
condescender,
superponer ilusiones y transigir.
La noche se convierte,
de pronto,
en negación de la ausencia.
Ausencia de si mismo.
Ausencia de luz en las farolas.
Aun nos queda tiempo.
De niño sucumbió a la calma de un río
tras recuperar la memoria.
Cuando la fragilidad cesa
aparecen remolinos turbios
con juegos imposibles.
Los juegos de la especie en semifusa
que saben a cereza,
que parten de un suspiro y se nos pierden
donde las flores velan.
Los juegos derivados de la duda,
prendidos de las ramas,
pretextos simplemente,
razón ineludible de la historia
que roza la mejilla.

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