miércoles, 24 de marzo de 2010

Fue una sustitución inicialmente sin trauma, consentida o ignorada. El hombre, a veces, tiene el poder real de ignorar lo ingrato en un acto de sobrevaloración del ego irracional que le posee. Pero de la ignorancia surge primero el recelo, la desconfianza, el temor que da paso al terror o a la fobia. Entonces es el mismo hombre quien intenta designorar como si todo lo pensable fuera realizable y real. Comprende que designorar no es lo mismo que conocer y así sucumbe ante la imposibilidad de dominar, convirtiéndose en ser vulnerable y sin recursos, a la deriva en la oscuridad secular de un pasillo largo sin cuadros colgados ni formas, ni cristales. Un lugar lóbrego y sobrecogedor en el que no queda el rescoldo de la madre ni la filigrana de un niño en la penumbra. Un vacío atorado en la garganta en constante interrogante, resguardándose de la sin razón del hombre que no entiende, de la inconsciencia que amenaza con destruir la magia de la luz con la que trazar caminos nuevos por los que transitar recuerdos.

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