martes, 23 de febrero de 2010

Detuvo las prisas. Aquella era, tal vez, su forma de protegerse de los arrebatos. Un instante inmóvil, desviando la mirada de su línea natural, inmersa en la voracidad de una bocanada de aire que remite a la quietud.

Ojos negros poblando la sonrisa. Manos inquietas entre las ropas. El tiempo detenido en un rincón sin sombra, con el murmullo próximo del agua en las acequias.

Ella merodea las cimas y regresa al reencuentro con lo humano después incluso de haberse comparado con los dioses. Recupera la verticalidad con un suspiro e inicia la marcha con un do menor séptima agudizando un silencio pasajero.

How deep is the ocean?

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