martes, 10 de noviembre de 2009

Mantova

Desde el principio la carne fue carne y los restos de pétalos adheridos a los cuerpos rememoraban las sensaciones vividas al calor del volcán, en Laetoli. Los aromas confundidos perduraron en el tiempo trocando la animalidad en pretexto.
Una lluvia fría mojaba la pasión mientras las cenizas escribían la historia. Él y ella como un acorde menor sin resolución. Los ojos y las manos en competencia con la risa que intentaba existir. El más pequeño mirando el abrevadero antes de reanudar la marcha en dirección norte, en busca de la tribu.
En Laetoli las rocas se impregnaron de la sensibilidad propia del animal en celo que aun no sabe de la historia ni cree en la posibilidad del eslabón. Cuerpos enmarcados en el paisaje como razones para la subsistencia. Cuerpos poseídos por la desesperación del deseo que luego fecundaron y, de regreso, procuraron no saber.
Con la noche desempolvaron la sonrisa y la llevaron al rincón donde reposan las emociones. Allí soñaron un sueño de animal en calma y esperaron el frío que mantuviera intacta la necesidad creciente de un abrazo a oscuras.

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