lunes, 21 de septiembre de 2009

Pudiera ser que me alojara
en la cavidad escuálida de tu mano;
que al navegar el río negro y grande,
de fauces abiertas, que me separa de ti
no encontrara sino retales de silencio,
tu soledad
encogida bajo árboles con sed
y el polvo planeando el infortunio.
Pudiera ser que, niño o viejo,
con resignación y calma me encalle,
que pierda lo imperdible:
la muerte digna de un corazón en llanto.
Pudiera ser que tras tanto terremoto provocado
amanecieran estrellas para velar tu silencio,
estrellas, en fin,
como la prosa ausente en los poemas sabios.
Pudiera ser que aun el recuerdo
se olvidara de ti cuando te escribe
por ser tan solo un poco hombre,
por esa ausencia de los astros ante la vista
nublada por la química asesina
de un cerebro atormentado en la miseria.

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