miércoles, 1 de julio de 2009


No necesito estar presente en las ausencias de luz ni percatarme de lo ocurrido antes de tiempo. Tampoco la fragilidad de una batuta oscilando en el espacio, mis armonías se enzarzan solas con el pretexto único del sin sentido.
No necesito que el agua de los ríos se arremoline en los rincones, que aparezcan peces de colores en mi pecera de papel, que monstruos y gigantes asomen sus miradas por mi balcón de niño y esquiven el zapato que sale de mis manos.
No necesito tener en cuenta la forma de mirar, pues la memoria retiene la imagen que queda detrás de los tabiques y forma con ella ilusiones ópticas con las que excusar el miedo.
No necesito que te acerques tan despacio, ni que rehúyas inconsciente los requisitos previos a la pared pintada.
No necesito mirar.
Si acaso necesito un brillo de sol en la mejilla de quien sonríe un poco. Y poner nombre a la distancia

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