martes, 28 de julio de 2009

Clic, clic, clic. Intercambio de emociones. El traje bien planchado y la mirada tan lejos de la luz que apenas puede redibujar contornos. El autómata desciende la escalera. Clic. El hombre de la acera pretende configurar de nuevo los encuentros que espera no perder. ¿Besos en la mejilla? Si no recuerdo mal el oleaje ha despertado, trayendo en superficie cuentos con los que adornar un poco los insomnios. Los ha depositado en playas con sombrillas, paseos empedrados con barandillas blancas, reflejos del sol cuando no llueve. El hombre de la acera desciende la escalera. Clic. Contornos de autómata con traje cabalgando sereno las olas que le encuentran.
El devenir del caos no logra paralizar las manos, los dedos aferrados a las letras persiguen la palabra. No surgen las ideas por magnetismo, proximidad, deseo. Las ideas viajan en el bolsillo oscuro del traje bien planchado, frente al mar, en las aceras, con el autómata dispuesto a no perder el ritmo, ni el hambre voraz que lo consume. Clic. Estoy más peregrino si adelanto el pie derecho en los balcones.

1 comentario:

  1. Somos lo que no somos, y la vida es
    rápida y triste. Juan, lo importante
    es ser nuevo en cada madrugada conquistada

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