lunes, 20 de julio de 2009

Abandoné mi barco.
Después de mucha espera
supe
que en el océano los recelos acentúan la ignorancia
y eres naufrago antes incluso
de que las naves zarpen.
Partieron en cubierta los dedos delgados
de una caricia,
el recuerdo volátil del tacto
al calor de las sábanas,
el amante dormido,
la noche de placer irrepetible.
En cubierta,
protegidos del frío,
ajenos a la tormenta que agita las aguas,
la que esconde en la noche
el vuelo de las gaviotas,
a veces tan tiernos,
en los acantilados.

1 comentario:

  1. La luz fosforecente del plácton. Hermosos regalos que siempre están. Cierto, sin recelos...

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