lunes, 21 de diciembre de 2009

Los órganos se acercan poco a poco a la atrofia. Ya el corazón no sabe si latir o descansar, ni los pulmones respiran el aire. La fecundidad incluso no encuentra ahora los cauces por los que discurrir. Alrededor silencio, mucho silencio y la espera como única arma para vencer. El hombre, como el desierto, esconde el agua y los depredadores sufren el calvario de la sed. El hombre, como el desierto, desmiente la realidad, distorsiona las imágenes y justifica la impotencia.
Desde el corazón, a golpes, bajan la angustia y la tristeza. En el borde del camino descansan un instante antes de emprender de nuevo viaje a cualquier parte. Un viaje a la deriva, un rumbo en busca de la brújula. Un desierto que cruzar sin más estrellas que los ojos abiertos y la intención de sobrevivir.
Ni melodías, ni compases con diminuendo, ni notas alterando la tonalidad prevista. El hombre, al fin, sabe que no descansa, el mundo que poseía se acerca a la nada y él, triste, se deja llevar. No quedan a veces fuerzas con las que proseguir ni se vislumbra el horizonte. Muchos, entonces, rezan oraciones a dioses con los que pretenden compartir la ilusión o con los que pretenden simplemente fingir. Pero el hombre, éste, no cree en Dios y por ello le castigan a pensar y no saber.

1 comentario:

  1. Todos tenemos un dios, que este nos acerque más, es otra cuestión, pero también es verdad que cada vez son menos... Cambio yo, cambia el mundo...

    Ciclos, si, perpetuos ciclos, la única realidad :)

    Te deseos lo mejor, y por supuesto una ¡Feliz Navidad!
    Qué el amor ilumine nuestro entendimiento para poder así irradiarlo hacia todo y todos los demás -.-
    Un abrazo Juan, lleno de Paz y Amor

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