
He roto mis juguetes en busca del alma. Allí estaba, pequeña y quieta, pertrechada detrás de una brizna de hierba que por error vino a reposar en el la inquieta imaginación de un niño en ruta. El juguete sonreía como solo los juguetes saben hacerlo, con insistencia, sin acritud, con una sobredosis de afecto y de ternura.
Una rueda de madera sale corriendo, a cierta distancia, sin acercarse a la fragilidad de una hormiga que navega océanos sin agua. La rueda ensancha el horizonte, agranda el universo mientras el insecto, ágil, sortea el obstáculo que es una arena blanca, un resto de cuarzo desde el que emprender un viaje a lo infinito, surcando el mar brillante de un fragmento de mica que refleja las nubes en verano.
El alma del juguete observa y el niño observa porque tal vez él sea solamente alma si es que el alma es algo.
Una rueda de madera sale corriendo, a cierta distancia, sin acercarse a la fragilidad de una hormiga que navega océanos sin agua. La rueda ensancha el horizonte, agranda el universo mientras el insecto, ágil, sortea el obstáculo que es una arena blanca, un resto de cuarzo desde el que emprender un viaje a lo infinito, surcando el mar brillante de un fragmento de mica que refleja las nubes en verano.
El alma del juguete observa y el niño observa porque tal vez él sea solamente alma si es que el alma es algo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario