
En la ellipsis no hay espacios por llenar, ni volúmenes, ni las mentes corren riesgo de rondar el desequilibrio y la sobredosis. Solo superficie sobre la que dibujar lo inesperado, en la que construir senderos de ida y vuelta indispensables para no perderse en la incandescencia fugaz de una luna llena que se esconde al paso de las nubes.
En la ellipsis se incrementa el riesgo de nudo en la garganta y aparecen dudas sobre las que debo decidir sin estar seguro de la necesidad que intenta sentarse en mi ventana, la visión en niebla de mi desnudez a solas.
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